Retrato de los lunes
Mª Luisa Fuster Cruzado, 24 años. #voluntaria del Proyecto “Desayunos Solidarios” en la Delegación de Andalucía de la Orden de Malta España
“Soy voluntaria de la Orden de Malta desde hace un año, la conozco desde pequeña porque algunas personas de mi familia han sido miembros y han colaborado con ella, pero nunca había sido voluntaria. Hace un año volví a Sevilla después de vivir tres años en el extranjero y sentía la necesidad de formar parte de algún proyecto solidario, así que decidí ir al comedor San Juan de Acre, a preguntar si podía ayudar allí. Justó cuando llegué acababan de empezar con el proyecto de la Asesoría Jurídica, así que, como estudio Derecho, me uní al equipo. Más tarde empecé a ir a los Desayunos Solidarios y ahora he dejado la asesoría por una temporada, porque estoy terminando mis estudios y estoy en un bufete a la vez, y he decido centrarme solamente en los Desayunos de momento.
Para mí, ser voluntaria de la Orden de Malta, significa vivir en comunidad, amar al prójimo, transmitirle nuestro cariño y nuestra alegría, y hacer de nuestra sociedad una única sociedad en la que todos participamos, y en la que todos somos igual de importantes. El primer día que fui me di cuenta de que todos tenemos talentos que nos han sido dados y que tenemos la obligación y la responsabilidad de aprovecharlos y de ofrecerlos a los demás. Otros talentos son, por ejemplo, sonreír, escuchar, son cosas que he aprendido como voluntaria y que tengo que poner al servicio de los demás. He aprendido que todos somos iguales. Yo antes pensaba que nuestros hermanos PSH (personas sin hogar) eran personas distintas a mí, de un mundo paralelo.
Ahora, después de un año de haber escuchado a tanta gente, sobre todo en la Asesoría Jurídica, me doy cuenta de que somos igualmente humanos y que por eso son las mismas cosas las que nos hacen estar felices o estar tristes. De muchos de ellos he aprendido cómo enfrentarme a las adversidades, y de muchos otros cómo no hacerlo. Yo tengo la suerte de tener una familia y unos amigos que me levantan cada vez que me caigo o me desvío de mi camino, así que por eso voy a la calle a hacer lo mismo con los que no la han tenido.
Creo que lo más importante que he aprendido hasta ahora es que todas las personas tenemos dignidad por el hecho de ser personas y que nadie nos la puede arrebatar, ni siquiera nosotros mismos. Por eso me gusta el proyecto de los Desayunos, porque pienso que así, al hablar con ellos de una forma tan natural, les recordamos que siguen siendo tan dignos como cualquiera. No todo es de mí hacia ellos, pues, por ejemplo, después del confinamiento estuve yendo a apuntarlos a las campañas agrícolas y la verdad es que era el mejor momento del día. Muchos rezan por mí y me traen flores o me dicen cosas bonitas. O simplemente el hecho de que me agradezcan el café, que ni siquiera lo he comprado yo, o que me pregunten cómo estoy, me da energía para la semana entera. Hay dos señoras que siempre están en la puerta de misa y desde que las he conocido por los desayunos rezan por mis exámenes, y la verdad es que me están yendo mucho mejor últimamente.
Pues al final estas pequeñas cosas son las que nos llenan la vida. Una cosa que me encanta es el respeto, el agradecimiento y la admiración con la que nuestros hermanos PSH hablan de la Orden de Malta. Creo que eso es la mayor prueba de su prestigio, y lo máximo a lo que se puede aspirar, y por eso estoy tan contenta y agradecida de tener la suerte de ser un trocito muy pequeñito de ella.
Ya por último, me gusta mucho que recemos una oración antes de salir cada mañana. Así tenemos presente al Señor y recordamos que sin Él no podemos nada, pero que con Él lo podemos todo, y estoy segura de que, aunque no seamos conscientes, se lo transmitimos a nuestros hermanos PSH y por eso nos quieren tanto”.
