Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta

Orden de Malta

Los «ángeles de la guarda» de las personas sin hogar

26/12/2019 


El diario ABC Sevilla ha publicado el articulo que compartimos a continuación en el que se destaca la obra de la Orden de Malta en la ciudad andaluza.

El ingeniero Pablo Linares, voluntario de la Orden de Malta, conoció a Juan Carlos, exadicto al alcohol y la heroína, en la Plaza del Pumarejo, donde había estado viviendo y durmiendo casi veinte años. Sobre cartones nació una hermosa amistad.

Juan Carlos Delgado y Pablo Linares hace unos dias en la Alameda de Hércules – Juan Flores

Juan Carlos Delgado tiene 48 años, reza cada noche, lee el periódico y trabaja en una empresa sevillana de serigrafía (Pampling, el Pulpo y su Tinta) desde hace un año. Por su aspecto nadie diría que este hombre ha estado viviendo veinte años en la calle y que sólo hace tres dormía junto a las murallas de la Macarena, junto a otras personas sin hogar. Entonces era «Carlos, el del Pumarejo», pesaba sesenta kilos, quince menos que ahora, y bebía unos diez litros de cerveza al día.

Las vidas de Juan Carlos Delgado y Pablo Linares, un ingeniero de edificación casi de su misma edad (47) que tiene su vivienda junto a la Plaza del Pumarejo, se cruzaron hace ahora cinco años. Como los demás voluntarios de la Orden de Malta, este profesional sevillano cruzó aquel día por esa plaza donde se «ponen» algunas personas sin hogar y fue a preguntarle a Juan Carlos, tirado en la calle, si podía ayudarle. Llevaba consigo un termo con café que aquél rechazó. «No quería nada pero yo siempre le preguntaba si necesitaba algo, hasta que un día nos dijo que sí, que ya no podía más y que, por favor, le ayudáramos», dice Pablo.

Este voluntario sevillano empezó por ponerle en regla su documentación personal y su cartilla sanitaria, que llevaba varios años extraviada, y un Jueves Santo lo acompañó al médico, por primera vez. «Fue chocante ir con él, con el aspecto que tenía entonces, a un centro de salud lleno de gente en un día tan señalado en Sevilla, donde todo el mundo iba tan bien vestido y arreglado», recuerda este ingeniero. «Me acuerdo de que hasta al médico le chocó su presencia», dice.

Casi todas las personas sin hogar de Sevilla llevan entre 5 y 12 años en la calle y tienen hipertensión, diabetes, anemia o colesterol; algunas sufren enfermedades graves susceptibles de acabar con su vida, pero ninguna de ellas quiere ir al médico por iniciativa propia. Saben el rechazo social que produce su presencia en un ambulatorio o un hospital y sólo aceptan pasar por ese mal trago si van acompañadas por alguien con un aspecto «normal». Aquel día Juan Carlos tenía unas greñas desaliñadas y una barba entrecana que no pasaban desde hacía años por las tijeras de un peluquero.

Juan Carlos, cuando vivia en la calle (43 años) y pesaba 60 kilos. Aqui, su aspecto actual – ABC

Recién estrenada su mayoría de edad cayó en las garras del alcohol y desde ahí la caída fue lenta pero imparable. «Trabajaba en El Corte Inglés y allí trataron de ayudarme. Con las malas compañías del barrio, pronto pasé a la heroína», cuenta Juan Carlos. Sus padres se separaron cuando nació su hermano pequeño y se hizo cargo de ellos su abuela paterna de Sevilla. «Mi madre era muy joven cuando nos tuvo y se quedó en Canarias. Mi padre murió de un cáncer de pulmón cuando yo tenía 23 años y a mi madre le dio un infarto poco después. Solo la vi tres veces en mi vida», dice. El cáncer se llevó también por delante a dos tíos y a punto estuvo de hacerlo con su hermana, a la que no ve desde hace veinte años.

Pocos años después, cuando su abuela ya no pudo soportar la convivencia con una persona adicta a las drogas que le pedía dinero a diario y vendía cualquier mueble o electrodoméstico de la casa para pagarse su adicción, se quedó en la calle. «Mi abuela se fue harta de mí y yo me quedé solo en el piso, que era de alquiler. El desahucio fue rápido y salí de allí solo con un bolígrafo. Esa fue mi primera noche sin un techo donde refugiarme -cuenta-. Estuve llorando durante muchas noches porque pensaba que eso no me podía pasar a mí». Fue el inicio de casi veinte años viviendo en la calle.

Lee el articulo completo en ABC

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