Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta

Orden de Malta

Entrevista a nuestro Embajador

Entrevista a su Excelencia el Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta ante el Reino de España, Jean- Marie Musy.

¿Por qué el estatuto único de sujeto de derecho internacional reconocido como un país sin territorios teniendo relaciones diplomáticas con más de cien estados?

La condición de sujeto ente independiente de derecho internacional es resultado del devenir histórico y la tradición de la Orden de Malta y creo que hoy en día es una gran ventaja para nosotros. Esta condición peculiar nos permite mantener un entramado de relaciones diplomáticas que produce unos efectos muy positivos en el desarrollo nuestra misión de una forma eficaz.

La Orden ha permanecido con este estatuto de estado soberano sin territorio desde la pérdida de la Isla de Malta, ocupada por Napoleón, sin resistencia de la Orden, cuya regla prohibía luchar contra otros cristianos. Hay otros casos similares en la historia del derecho internacional; como por ejemplo el Vaticano, que tampoco tiene territorios entre 1870 y los Acuerdos del Latran de 1929. Además, estos casos tienen gran interés para juristas y estudiosos del derecho internacional.

¿Cuál es la realidad política y la actualidad de la Orden de Malta al día de hoy?

La misión de la Orden no ha cambiado en sus nueve siglos de historia: el servicio a los pobres y a los enfermos. Se desarrolla donde se necesita ayuda, también donde hay catástrofes y guerras. La Orden tiene numerosos hospitales, centros médicos, ambulatorios, cuerpos de socorro, cuerpos de ambulancias, fundaciones y estructuras especializadas en más de cien países. En ellos trabajan miles de médicos y personal paramédico y sanitario y alrededor de cien mil voluntarios. La Orden ha estado presente desarrollando su función asistencial y humanitaria en los grandes conflictos armados, en el pasado en las dos guerras mundiales y hoy en día por ejemplo en Iraq o Afganistán. También estamos presentes desarrollando nuestra misión con discreción en muchos países del mundo, donde millones de seres humanos siguen enfrentándose al hambre y a las enfermedades, todo ello al margen de la atención mediática.

¿Cuáles son, en general, los objetivos sociales de la Orden en los países desarrollados como España?

Hay todavía mucho que hacer en los llamados países desarrollados, como ya sabemos. En nuestras grandes ciudades vive tanta gente pobre, sola, enferma. En España, la Asamblea de la Orden desarrolla varios proyectos importantes: residencias para personas de la tercera edad con recursos limitados, servicios sociales para ancianos, jóvenes con discapacidades psíquicas. Hay un proyecto en particular que a mí me llega muy dentro, el de los comedores sociales para personas sin recursos. Cada día vienen a comer cientos de personas: marginados sociales, emigrantes -muy a menudo ilegales del Norte de África, de Europa del Este- y cada vez más frecuentemente personas que han quedado en paro. Es una verdadera lección de humildad para nosotros, europeos orgullosos, los mimados de la tierra, ver los problemas de esta gente que vive entre nosotros; es algo que siempre me ronda en la cabeza. Habría que multiplicar estos proyectos, y en España lo estamos intentando pero para ello es necesario multiplicar la colaboración que recibimos de nuestros donantes y debemos promocionar el voluntariado. En otros países europeos y en los Estados Unidos, la Orden es muy activa. Por ejemplo, países como Alemania, Francia o Italia gestionan hospitales, enormes centros de recuperación de medicamentos, todo ello con mucho trabajo e ilusión y, casi siempre, de una forma discreta, tal vez demasiada discreta para estos tiempos, pero el trabajo abnegado, voluntarioso y silencioso es parte de nuestra vieja tradición en la Orden. Tenemos también un papel interesante y activo en el nivel de política internacional; nuestra misión diplomática permanente ante las Naciones Unidas, sus agencias especializadas, los organismos internacionales trabajan mucho para transmitir y hacer patente nuestras experiencias del terreno.

¿En varias ocasiones hemos hablado de sus experiencias en países en vía de desarrollo como las de África, cual es la realidad social y política en estos países?

En misión diplomática anterior como Embajador de la Orden en la República del Chad durante 12 años, tuve el privilegio de poder estudiar y observar en primera persona muchos de estos problemas en una de las partes del mundo más afectada, la zona subsahariana de África. Tengo un gran afecto por estos países. Quiero mucho a estos países, tan difíciles y duros. Viven en otra época, lo cual es un hecho y su derecho. No en todas las partes del mundo se vive en el mismo momento histórico y es fundamental entenderlo para analizar su problemática de forma adecuada

Viven entre su mundo tradicional, tribal, de sus padres y nuestro mundo moderno y mediatizado que llega hasta su selva. Es difícil adaptarse en unas pocas generaciones a un cambio tan abismal, cuántos siglos hemos necesitado nosotros para desarrollarnos, para alcanzar un nivel básico de democracia o de justicia social. Tenemos que tener todo esto muy presente antes de criticar al África de hoy, aunque también haya que criticarla para ayudarla.

A mi llegada al Chad, intenté estudiarlo y ponerme en la piel de un chadiano antes de empezar a trabajar; creó que esto me ayudó mucho para no cometer demasiados errores en los proyectos que emprendimos. Cuando llegué allí no teníamos nada y cuando dejé ese país en el 2003, en nuestros hospitales y centros ambulatorios, tanto en la calle como en las cárceles, se trataban y curaban unos 100.000 enfermos cada año. La suerte estuvo de nuestro lado en muchas ocasiones, pero es un claro ejemplo de que es posible y que se puede hacerse.

El sida y la superpoblación son dos de los problemas más acuciantes en estas zonas junto a la pobreza ¿Qué hace la Orden de Malta para ayudar a paliar estos problemas?

La sobrepoblación es uno de los mayores problemas en el mundo y, naturalmente, también en África. Es un problema complejo ya que hay que distinguir entre sobrepoblación teórica y relativa, como en el Chad, país enorme y con sólo diez millones de habitantes, pero con muy pocos recursos y un bioequilibrio muy frágil. Otros países, como Kenia, han pasado de tener ocho millones de habitantes a cuarenta en treinta años, ¿cómo podemos pedirle a un país pobre que se desarrolle con la misma cadencia con la que aumenta su población? ¿cómo multiplicar los colegios, los hospitales, carreteras por cinco en treinta años en un país con recursos tan limitados? Es imposible y por eso hay que ayudarlos, lo cual nos lleva a abordar otro problema ¿cómo ayudarlos adecuadamente? La respuesta a esta cuestión dista mucho de ser sencilla, hemos visto muchos éxitos pero también grandes fracasos.

La sobrepoblación me parece el mayor problema del mundo en que vivimos, ya que conlleva un incremento de la contaminación, pero, si bien hay especialistas que piensan que nuestro mundo seria mejor con la mitad de su población, hay otros que dicen que el crecimiento económico necesita un mayor aumento de población, siempre más, y yo me pregunto y les pregunto ¿hasta dónde?

Se habla mucho del sida y de sus huérfanos en África en la prensa española. Nosotros hemos vivido cada día con este drama, perdiendo amigos, colaboradores, empleados, sus mujeres, sus niños. He visto en primera persona en otro país de África central pueblos enteros poblados sólo con niños y gente anciana, muerta prácticamente la totalidad de la población en edad de madurez sexual. Empezamos hablando con las mujeres que venían a nuestras consultas prenatales estableciendo un sistema, muy simple: recordar la castidad, la fidelidad y para los que no la guardan, al menos preservativos. Todo esto, tengo que decir, con la colaboración de la Iglesia católica. Es la base del método ABC hoy bien conocido. Es un trabajo enorme, muy a largo plazo en el que ya se ven resultados en las ciudades, especialmente en las clases medias. Menos niños y menos muertos, pero es una cuestión de disciplina y de esfuerzos, cosa que no le gusta demasiado a la naturaleza humana. Hay que hacer un enorme trabajo de educación, pero con ellos. Para el tema de la prevención no hay otro método que el que utilizamos en nuestros países desde hace 20 años: prevención y disciplina.

Para el tema de curar, mejor dicho, para tratar y parar la evolución del sida en un enfermo utilizando la multiterapia entramos otra vez de lleno en el tema del desarrollo económico del país, única solución para pagar los millones de tratamientos médicos, cuyos precios bajan y van a seguir bajando, pero nunca serán gratuitos.

Todo está interrelacionado y es muy complejo.

Usted ha abandonado el mundo de la empresa para concentrarse en la Orden y sus labores humanitarias ¿Cuál sería el mensaje que nos puede dejar para contribuir a resolver los problemas que nos acontecen?

Simplemente he tenido la suerte de poder cambiar mi vida, dejando actividades muy interesantes y exitosas para hacer otras que me llenaban más. No me siento un héroe ni nada que se le parezca.

Un mensaje… sería presuntuoso y difícil; habría tantos. Vamos a ver… dos mensajes. El primero: nuestro mundo está literalmente condenado a ocuparse de estos problemas si quiere sobrevivir y hay que hacerlo empezando a trabajar por la paz, porque si tenemos una paz relativa en el mundo, una gran parte de los presupuestos militares, hoy necesarios y que en varios gran países son treinta veces más importantes que los presupuestos humanitarios, podrían utilizarse, y ojala bien utilizados, lo que no es simple, insisto, para un desarrollo humano y económico global. El segundo: Tenemos que acabar, todos, empezando con los medios, con esta cultura de la vehemencia y de la indignación. Es tan fácil, decir que las cosas no van bien, que hay que hacer esto o lo otro. Tenemos siempre tantas ideas sobre el sida, el cáncer, la pedofilia, pero he pensado siempre que una idea encuentra su valor solo cuando pasa al acción. Si no, se queda como idea muerta, una más! Menos ideas secas y más actos, empezando con nuestra familia, nuestros vecinos. Hay mucho que hacer, empezando por España. Estos serían mis mensajes; nada excepcionales.

¿Cuál es el balance de los proyectos humanitarios que lleva a cabo la Orden de Malta?

Naturalmente nunca es bastante. Hay tantas necesidades y también una ayuda global importante siempre parece pequeña. Pero como dice el Talmud, el libro sagrado de los judíos “quien salve a un hombre salva al mundo“. Como tantos otros, ayudamos a paliar el sufrimiento físico que es terrible; el sufrimiento físico, cómo lo olvidamos todos mientras no lo sufrimos. Quitamos millones de horas de sufrimiento cada año, lo cual no está mal, no?

Esto es ya un balance de acción.

Intentar también ser un ejemplo. Esta palabra casi políticamente incorrecta hoy en día. A mí me han ayudado mucho los ejemplos. Intentar ser un ejemplo de diálogo. Recuerdo tantos musulmanes en Chad que al venir a nuestros centros médicos, quedaban tan asombrados por poder ser tratado sin ninguna discriminación por una organización cristiana. Lo repetían y repetían, era el principio del verdadero diálogo. Te quiero por encima de nuestras diferencias, esto es el principio de todo y el camino de la paz.

No lo veo tan difícil, quien sabe, tal vez soy demasiado optimista. Me gusta lo que dijo el filosofo francés Alain: ”como la fresa tiene gusto de fresa, la vida tiene gusto de felicidad” y de verdad, creo que estamos condenados a la felicidad.

Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta

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