«Encontrándonos con Jesús» Testimonio de un Voluntario
«Encontrándonos con Jesús»
Un testimonio de Alberto Sánchez; voluntario de la Actividad Cercanos.
Al arrodillarme delante de ti, me ha pasado algo maravilloso. Con la mirada puesta en el Sagrario, me he encontrado con Emilio, Juan, Salvador, Carlos, Elena, Silvia, Pedro, Antonio y con tantos y tantos que cada día guardan su turno delante del Comedor para recibir una bolsa de alimentos, en estos días ensombrecidos por la pandemia. Allí también estaban aquellos de nuestros Señores a quienes encontramos cada noche recostados sobre un colchón al abrigo de los lugares más cubiertos, protegiéndose del frío mientras esperan nuestra llegada para conversar, tomar algo caliente y compartir los momentos que han vivido durante el día.
Todos Ellos tenían el rostro vivo de Cristo. En sus ojos se podían ver reflejados aquellos episodios de dolor, de fatiga, de duda, de angustia, de soledad y de incertidumbre, pero también de oración y amor entregado a Dios hasta que llegó el momento de esculpir nuestra salvación sobre la dura madera de la Cruz.
Me hizo reflexionar sobre la importancia que tiene que vivamos siempre con auténtica responsabilidad y dedicación cada instante de las labores asistenciales en las que participamos, convirtiéndolas en un auténtico punto de encuentro con Jesús, que nos sirva para crecer y defender aquel tesoro que llevamos dentro de nuestro corazón; la Fe. Somos templo del Espíritu Santo y con la sabiduría y los dones que nos regala, tenemos que ser fuertes para mostrar en nuestras vidas también ese rostro vivo que reflejan nuestros Señores en sus ojos y del que no dejamos de aprender ni un solo día.
Aquella Cruz, que aún sigue hoy tiñéndose de sangre por nuestros pecados, es símbolo de luz y esperanza para todos nosotros. Es la Cruz que cada día nos acompaña en nuestro peregrinar melitense y que enmarca y da sentido a todas nuestras labores. Es de ella, de donde hemos de desgranar las bienaventuranzas; «para que nos esforcemos a través de nuestras obras, para merecerlas por la gracia de Dios».
