Testimonio Campamento Líbano
«Veo a Dios en cada ser humano. Cuando lavo las heridas de un leproso, siento que estoy cuidando al Señor mismo. ¿Acaso no es una experiencia hermosa?” Soy Laura San Roque, y este ha sido mi primer camp de la Orden de Malta en el Líbano. Esta frase que recito al principio de una de mis santas favoritas, la Madre Teresa de Calcuta, representa perfectamente lo que he vivido esta semana sirviendo a nuestros señores los enfermos.
Antes de ir, le recé mucho a Dios y al Espíritu Santo para que me ayudaran a ser sus manos, su boca, sus ojos y su corazón. Cuando llegué al Líbano, me asignaron un “guest” llamado Elie (Abouna Ellie para los amigos), y durante esta semana, él ha sido todo para mi, mi señor, mi preocupación y mi alegría, compartiendo bromas, risas, canciones, duchas, cafés, cigarrillos (bueno él, yo detesto el tabaco pero he estado en todo momento sentada a su lado), o cuidándole con crema los pies (quién me lo iba a decir a mi que ni a mi hermana le permitía que me tocara con los suyos).
Creo que los dos, aunque por el idioma verbal no nos entendiéramos, tenemos una sed de Dios grande, y esta semana, en mi caso personal, ha sido muy saciada. Elie me pedía la eucaristía diaria que me animaba, además de las misas todos juntos, a llevarle ratos a la capilla, rezar, encontrar paz juntos, y llenarnos de amor.
En mi servicio, he podido comprobar que mis oraciones han tenido su fruto, que el Señor ha estado en todo momento conmigo muy presente, me ha hecho fuerte y que he sido un claro instrumento suyo, porque sin él no hubiera sido capaz.
Me vuelvo llena del amor más grande, feliz de haber dado, y acompañada de Dios en presencia de todos los voluntarios, mamis, abouna, y en nuestros señores los enfermos, pero en especial en Elie.
Gracias a la Orden de Malta por este proyecto tan bonito y por toda su labor, que si Dios quiere, sé seguro que volveré el próximo año; y al Señor por habérmelo presentado y llevado hasta él.
